sábado, 10 de abril de 2010

¿El alcalde?

La habitación estaba totalmente colapsada por el silencio solamente interrumpido por el intermitente choque de las agujas de ganchillo. No era esta habitación un habitáculo de cuatro esquinas sino que presentaba multitud de ellas, siete para ser más exactos. Esta condición le otorgaba, además de un aspecto paranoico y surrealista, una dificultad extra a la hora de planificar el mobiliario. Por este motivo, solo existía una mesa en el centro, acompañada de un mantel gris que sobrepasaba la superficie de esta y se desplegaba hacia el suelo. Dentro de la mesa se escondía el brasero. Las paredes estaban forradas por un extraño papel sedoso ocre. Ventanas, ninguna, solo un respiradero por el cual se filtraban varios halos de luz. Rodeando a la mesa se encontraba una persona de edad avanzada, con la piel bastante tersa, pelo perfectamente recogido y unos ojos verdes que al penetrar la poca luz que en la habitación había en ellos reflejaban una conciencia un tanto perturbada por las acciones pasadas. A su derecha (siguiendo la tradición) se encontraba un niño de aspecto angelical, no por nada, pero cualquier niño de una buena familia con unos mofletes rosados es considerado una ángel y en este breve capitulo el autor no iba a ser tan desconsiderado. Este niño que apenas alcanzaría los doce años se encontraba leyendo una pequeña disertación impresa en un folleto antiguo, en la parte inferior derecha se podía leer Mijaíl Alexándrovich Bakunin.

De repente la señora de edad avanzada detuvo su actividad, alertada quizás, por ese sexto sentido que algunas viudas ancianas tienen para preveer grandes cambios ajenos, eso si, siempre a su persona. Al instante unas pisadas de la calle se filtraron por el respiradero quebrando la pasividad del joven lector.

-Alguna vez alguien deberá hacerles casos, no se puede dejar al perro rabioso sin sus placeres elementales. Privados de dinero y tiempo, nadie puede….- declaro el joven anarquista mientras un garrotazo le golpeaba la cabeza.
-¡niño, los perros no necesitan nada mas que huesos! Sentencio la anciana golpeando la mesa con el puño cerrado.
-Los huesos salen de los muertos…-respondió con un tono un tanto débil por el esfuerzo que estaba realizando intentando ocultar las lagrimas. Después se levanto de golpe, tirando su barato folleto al suelo y salio de la habitación. Los pasos de la calle se reprodujeron, ya no era un grupo de personas era una turba. Poco a poco los pasos fueron aumentando su frecuencia e intensidad. La habitación se quedo únicamente con la solitaria anciana, esta miro hacia el respiradero buscando alguna señal, y pudo distinguir alguna que otra silueta de personas. Agachó la cabeza y siguió con su ganchillo.
- Si quieren muerte, muerte tendrán- gritó con una leve sonrisa

La calle se encontraba llena de personas, bueno, mejor dicho de proletarios. Sus ropas grises y marrones desvelaban cuan triste y monótona era su vida. Parecían amontonarse en torno a un edificio. La falta de coordinación a la hora de exigir sus reclamaciones solo provocaba un fantasmagórico ruido. De repente, un perturbador se adelanto y pidió silencio.

-hermanos, las ideas de este niño cambiaran el mundo- proclamo mientras levantaba los brazos en señal de victoria. Seguidamente levanto un cuerpo pequeño. Era el angelical niño que, sin embargo, sonreía diabólicamente.

Pasaron los años y el vello facial (y no tan facial) afectaron a nuestro joven angelito. Su rostro poco a poco se deterioraba, su encanto para predicar radicales posturas revolucionarias se vio mermado. Su brillante futuro como hombre de ideas transgresoras desaparecía Todo esto acompañado por un coctel de hormonas que no hacia más que acrecentar su inestabilidad emocional que poco a poco fue controlando gracias al alcohol. Tenía 17 años y se encontraba en la escala social mas baja de la capital. Sus pulmones ennegrecidos por el polvo de la fábrica pedían libertad. De este modo, las ilusiones que preveían un cambio en la sociedad burguesa se trasladaron a los bucólicos prados de la sierra. Sierra que podía divisar en el horizonte y que se torno en su objetivo.

No obstante, estos años de decadencia esclavizaron a nuestro personaje. La sociedad regida por una estricta moral y agrupada en torno a la iglesia que defendiendo teóricamente al pueblo la sometía por el otro lado tenia que ser eliminada. Estos deseos, acabaron creando otra estructura muy similar como viene siendo costumbre en los polos. El sindicato obrero anarquista. Pues si amigos, ¿Cuántas personas ahí que predicando la libertad, se esclavizan a sus propias palabras y crean una identidad social dentro de sus oyentes, luego, no pueden retractarse? ¿Cuantas veces habrá que recordar que el humano no puede conocerlo todo?

Así se encontraba nuestro personaje. Tenia que abandonar una postura que había adoptado durante tantos años. Debía desmantelar toda aquella perfecta estructura que ensamblaba la seguridad de la prole y alejaba sus miedos. Debía poner un espejo al hombre que desnudo se creía vestido. Con este ideal recurso, nuestro reformado amigo procedió a dar uno de sus espectáculos. Decidió reunir a todos los maestros del anarquismo en la mejor tasca de los suburbios.

La luz roja apuntaba hacia el pequeño escenario del lugar. Un telón medio abierto dejaba ver un espejo en el escenario. El ruido de la tasca era excesivo, sin embargo, las pocas tertulias que se mantenían aun no habían despertado los ánimos a ningún revolucionario. Todo el mundo parecía querer escuchar esas palabras del profeta que tanto le subían la moral, ilusos. De repente, el foco cambio de color rojo a color azul. A su vez una melodía de violín intentaba convertir la entrada en una escena en épica. El telón se abrió con dificulta a trasquilones. El tiempo se detuvo y el silencio se apodero del tugurio.
-Camaradas, como todos sabréis, últimamente hemos conseguido muchas victorias ahí fuera, en la calle. (la gente se animo). Pero no dejo de plantearme hasta que punto nuestros objetivos están dirigidos hacia un mundo mejor. ( la gente empezó a mirarse los unos a los otros esperando encontrar respuesta en los ojos ajenos). Estamos ciegos, eso creo – Concluyo debido a que un gallo (maldita pubertad) había impedido que continuase.
-Como decía, estamos ciegos y quiero demostrároslo. He traído este simple espejo para que veáis como es el mundo. Este se encuentra dividido en dos: la realidad y los espejismos. Lo que yo veo en el espejo y lo que yo soy en realidad. Giro el espejo hacia el público. ¿Alguien me dice que veis?- termino de decir.

Un fornido hombre (me encanta esta palabra, no quiero parecer un mariquita alocado, ni si quiera un mariquita, pero lo siento, me encanta) se levanto tirando la mesa en la cual se encontraba apoyado:
-Yo, querido amigo solo veo como un individuo esta siendo dominado por el miedo y como un camarada esta intentado escabullirse del bien de nuestra causa. Somos camaradas, joder, ¿quieres que todo esto se destruya? Nos devoraran en la soledad de esta jodida y fría ciudad. ¿Qué haremos si no nos reunimos en este lugar y nos alimentamos los unos a otros para no sucumbir? Dijo con un tono bastante agresivo.

Los nervios se dispararon. Alguien arrojo un objeto al espejo, provocando que este quedase eso añicos. Como si de una gacela hambrienta se tratase, todos los anarquistas se convirtieron en fieros leones que buscaban únicamente devorar al pubertoso angelito.
-¿Creéis que así conseguiréis algo? Estáis condenados, no conseguiréis nada- decía entre gritos de desesperación mientras un forzudo (había muchos) golpeaba en la cabeza al predicador. Este callo al suelo. Al instante se vio rodeado por un montón de hombres que solo buscaban terminar con su existencia.

Después de aquel día, aprendió dos cosas, que las costillas rotas nunca consiguen cicatrizarse bien y que no puedes mostrar al pueblo temeroso la relatividad de la realidad. De esta forma el pueblo es igual que la iglesia. Se entrega en función de sus necesidades a un predicador y si este predicador resulta un esquirol se sacia el daño hecho con una buena paliza a lo royo ruso. Y si alguien quiere ver la realidad es porque el quiere, ojala se pudiese inyectar la verdad a las personas. Despertó bajo el respaldo de un montón de basura, parecía que sus antiguos amigos lo habían trasladado a la esquina oscura donde siempre se encuentra el camello en las películas americanas que por otro lado no estaba muy lejos, solamente tenias que salir por la puerta trasera. Gritó. ¿pero quien podría socorrerle en aquella zona? Nadie. Consciente de todo esto decidió esperar a que un basurero le recogiose y separase de la basura.

Por suerte, así ocurrió, era la primera vez en mucho tiempo en el cual conseguía preveer algún acontecimiento. El basurero le recogió con una frialdad increíble, parecía que en su oficio era muy común lo de despegar de la mierda a un disidente. Le ayudo a entrar al camión mientras recitaba una charla que parecía reproducir de memoria. Le indicaba los peligros de la disidencia mientras intercalaba anécdotas de gente que se había encontrado descuartizada en los vertederos.

Continuara…

sábado, 3 de abril de 2010

El origen del origen

Toda esta pintoresca aldea, sin embargo, no es más que un reflejo de un modelo superior. Su originalidad únicamente reside en la forma con la cual sus desvergonzadas siluetas se funden con la tradición ibérica y sobre todo en la manera de camuflar la subvención con dinero publico a prostitutas japonesas.

Para entender mejor el misterioso erotismo del lugar hay que hablar sobre un tema peliagudo para cualquier creyente, pero dado la perdida de valores, se podrá tratar sin ningún pudor. Se trata de la caída de los Ángeles del cielo.

Todo comenzó en una jovial tarde de mayo, aquellas entidades divinas a las que llamamos Ángeles, depositaban su tiempo de ocio (que no era poco) en presumir de sus atributos físicos, mas concretamente el del tamaño de su virilidad, pues si, todos eran fornidos hombres y nadie cuestionaba su heterosexualidad, era el cielo,¿Qué esperáis? ante aquella figura absoluta, que era Dios. Estas tardes, según los historiadores eran tardes muy largas bañadas por los placeres (palabra clave) de sustancias psicotrópicas y no por sexo (quizás causante del problema) pues la existencia únicamente de fornidos hombres vetaba la posibilidad de cualquier desahogo (tan necesario en la vida). Recapitulando, la frustración sexual que provocaba a los Ángeles la falta de mujeres ardientes y la ilegalidad de la masturbación unido al consumo de psicotrópicos desencadeno lo que cualquier españolito hubiese previsto: QUEJAS.

Y así fue como estando en esta jovial tarde de mayo uno de los Ángeles mas viriles (ya sabéis a lo que me refiero) se despego de su asiento incrustado en joyas y se dirigió a apagar la música reggae que mantenía la eudamonia (buen rollito) del lugar. Una vez pausada la música, todas las miradas se centraron en los atributos de Dios. Todos los Ángeles esperaban la respuesta que condenase a aquel insolente, que por motivos obvios pasara a llamarse Lucifer, pero la respuesta no llego. El envalentonado borracho empezó a caminar a trasquilones hacia su deudor. Ante el impacto de todos algunos Ángeles (igual de borrachos) decidieron escoltar los paso de Lucifer. Una vez llego al lado del trono sagrado este blandió la copa de vino de su señor y se la vertió en su enorme barba blanco. Mientras añadía con un hiriente tono sarcástico.
-¿pretendes, oh señor mío, mantenernos ebrios el resto de la eternidad sin mujeres?

Dios aparentaba haber consumido mas de lo normal. Y es curioso hasta que punto una sobredosis puede opacar los poderes y liderazgo de un dios. No respondió.

-¡Esto se merece la guerra!- Concluyo lucifer mientras daba media vuelta y se dirigía a chocar y presumir de su hazaña con sus compinches. Mientras desaparecía con un truco de magia barato junto con sus colegas.

De repente las pupilas de Dios consiguieron enfocar la situación. Se enderezo en su trono y se escurrió la barba recién empapada por el vino. La furia de Dios se hizo palpable, no solo en la cadena de insultos originales que solo un Dios puede lanzar, sino también en el brusco cambio medioambiental de la tarde que se había tornado en una oleada de rayos y relámpagos.

Es curioso observar que desde entonces, desde este conflicto que de forma plagiadora podemos denominar el conflicto original, todos los problemas y guerras han sido empezadas por causas idénticas o muy parecidas a estas. La soberbia y la falta de virilidad unida al rencor son las claves de una buena guerra.

Como era de preveer las copas de vino se cambiaron por lanzas recubiertas por papel de aluminio (que le otorgaban el brillo divino). Y en una batalla brutal, Ángeles de los dos bandos procedieron a defender sus valores. El tiempo se detuvo, los cadáveres de esos hombres fornidos se amontonaban por todas partes. La sangre de suelo se mezclaba con el vino vertido en pasadas fiestas. Finalmente, Dios y sus Ángeles ganaron.

Lucifer y sus Ángeles fueron despojados de su condición angélica y expulsados del reino de los cielos. La gravedad hizo el resto y tras 9 días de caída continua por fin llegaron a un sitio de tierra firme, el infierno.

El liderazgo de Lucifer llevo a este a reinar este insólito lugar. Lo primero que construyo para que fuese algo acogedor fue una ciudad. Esta ciudad paso a llamarse de una forma provocadora como La Ciudad del Pecado o Ciudad de Dite. Esta ciudad suplió las carencias del cielo. Y en poco menos de dos meses, se lleno de mujeres y se aprobó una constitución en la cual la masturbación y la libertad sexual eran considerose deberes nacionales.

Es precisamente de esta ciudad de la cual nuestra aldea brindo el modelo para ser construida. Sin embargo, no fue el modelo directo. Pues la ciudad de dite sirvió de inspiración para Sodoma, Gomorra, el vaticano y Las Vegas. Y es precisamente de todas estas de las cuales la aldea ha ingerido sus rasgos. Pero no por ello hay que olvidar el origen del origen. Que es como he dicho, la ciudad de Dite.

viernes, 2 de abril de 2010

Prologo

Dicen que en la espesura de ese pequeño monte, en la cercanía del gran pantano de los Encantados existe una pequeña aldea cuya característica mas importante no son precisamente la cultura y tradición inalterada por el paso de la civilización de la cercana y amenazante capital si no precisamente eso, la alteración que ha llevado a convertir en este lugar un espejo de la decadencia urbanita. Ya ocurrió una vez, allí por el desierto con Sodoma y Gomorra. Ciudades en las cuales la decadencia de los placeres se había apoderado de la conciencia colectiva y había convertido esos oasis en ciudades donde los neones parpadeantes permitían ubicar al viandante por que esquina estaba paseando.

En esta pequeña aldea, sin embargo, los neones pillaban un poco modernos (aun remontándose a milenios después), las mujeres y los hombres simplemente distorsionaban la naturaleza con delicadas piezas de lencería algo insinuadoras pues aunque situada en la montaña esta aldea brindaba de un tiempo especialmente calido y húmedo que le autorizaba a sus pecaminosos pueblerinos realizar ese ritual. Los ancianos de las aldeas circundantes denominaban por ello a este lugar El infierno humeante, nombre no muy rural y quizás algo marcado por la tendencia urbana de los románticos de hace dos siglos pero la realidad era así, nadie se libra de esa gigantesca ciudad.

La aldea poseía una magnifica fortaleza de esas que se plantean en las películas de Hollywood. Tenia de hecho todo lo apropiado para ser considerada una fortaleza propiamente Americana. Tenía un historial de muertes y violaciones inimaginables dentro de sus paredes. Todas los habitantes ricos provenientes de la city que buscaban un mundo bohemio para realizar sus actividades bohemias como escribir libros o pintar retratos inexpresivos acababan mutilados y colgados a modo de cuadro aristocrático en sus tapices ¿Y todo por que? Porque había un cementerio indio. Si, un cementerio indio en plena sierra norte de Madrid, pero los hechos son los hechos y lo que ocurría aquí era totalmente cierto. Pero no solo poseía estas maravillosas características si no que también en los bajos del castillo se extendía una lujosa cadena de pequeñas tiendas que vendían toda clase de material ilegal. Desde mujeres u hombres (se había introducido hace poco este objeto, todos sabemos como avanzan las degeneraciones de la ciudad) hasta sesiones de espiritualismo y magia negra. Una vez repasados los puestecillos hay que remarcar la importancia del asador (también situado en el castillo) donde se servían autenticas hamburguesas americanas, todo un lujo para los pueblerinos que veían en la fortaleza toda una seria de valores a los cuales encaminarse y entregarse.

Otro curioso y no menos satánico y desvirtuado lugar era la plaza del pueblo. Esta plaza se alejaba del ideal americano y se adentraba en el folclore de la España mas prostituida. A modo de descripción rápida solo habría que decir la onomatopeya: ¡Olé! Pero como no quiero caer en la simpleza de los urbanitas procederé a una exhaustiva descripción.

La plaza se herejía alrededor de un extraño manantial. Antaño este manantial había sido una hermosa poza donde los pueblerinos de este idílico lugar se limpiaban y realizaban alguna que otra actividad recreativa. Pero ahora, sobre ella se edificaba una especia de carpa (recordemos los circos americanos) de color blanco. La estética del lugar era horrible.
En toda plaza de pueblo (dado que si no, no es un pueblo) han de existir bancos, bancos que sirven de oídos sordos y de bocas mudas cuyo fin no es mas que el de mantener comunicado de los nuevos acontecimientos (ajenos o no) del mundo. En esta aldea, los bancos que recordaban demasiado a la condición rural del mismo habían sido camuflados en cabinas cerradas con formal oval donde cualquier persona podía desconectarse si antes pagaba un euro (pues era el requisito para abrir este extraño cacharro). Dentro de ellas se podían realizar cualquier tipo de actividad multimedia, desde la masturbación mediante vagina en lata hasta simplemente relajarse con una buena canción de flamenco andaluz.

En la lejanía de la plaza se edificaban formando un cuadrado pequeñas tiendas que tejían una trampa para cualquier extranjero. De cada una de ellas salían escupidas melodías de flamenco, todas estas formaban una orquesta descompasada y ruidosa que no hacia más que espantar a toda la fauna e incluso a la flora salvaje cercana.

Dentro de la plaza, asediada por tiendas, se encontraba el ayuntamiento. Este tenía mayor altura que las tiendas y se erigía de forma imponente siendo fácilmente localizable desde el resto de la aldea. Era un edificio sin ventanas y no muy decorado. Su única decoración era un pomposo mensaje que decía: El ilustrísimo ayuntamiento de la aldea le proclama señor de sus vicios, diviértase. Del extremo de la carpa donde residía el manantial y de los tejados se extendían unos cables donde colgaban farolillos que avisaban del estado permanente de fiesta de aquel lugar.

Por una de las bifurcaciones de la plaza otro edificio se enfrentaba al poder del ayuntamiento. ¿Y cual iba a ser este otro poder que se enfrenta al político? No era otro edificio que la iglesia. No obstante, esta parecía mermada, las pintadas ofensivas hacia una moralidad firme regida por la unidad familiar y honestidad dogmática se hacían frecuentes hasta llegar a la enorme puerta de madera de esta. El clímax de la ofensa se leía en la siguiente frase: DIOS NO SE SALVO POR SUS PECADOS SE SALVO POR NUESTROS PLACERES. Y en letra mas pequeña: God didn’t saved himself by our sins, God saved himself by our pleasures. Pues como he dicho antes, es importante mantener informados a los turistas. La iglesia sin duda parecía una autentico lugar maldito, las antaño coloridas y hermosas vidrieras que recogían escenas bíblicas ahora descoloridas y rotas dejaban ver el interior de aquella ruina.

He aquí una perfecta aldea donde depositar la incoherencia de los pensamientos de la humanidad. Una aldea donde el deber no existe ni en el ambiente político ni en el religioso, donde la política capitalista solo es una subordinada a la política individual y donde todo esta alimentado por una sociedad mayor representada por la capital. He aquí la realidad de un mundo basado en la idolatría en la búsqueda externa de la verdad, en la justificación rígida. He aquí mi ciudad y he aquí mi locura.