lunes, 18 de octubre de 2010

El alcalde. Parte 2.

De repente el camionero le apunto en la sien con una pistola y le obligo a bajar del vehiculo.
-Ahora, chico, estoy vigilado - le dijo entre balbuceos. -Que tengas un buen día -concluyo.
El joven, con una costilla rota, avanzaba por las transitadas calles de un bulevar con la mano en el costado buscando de este modo aliviar el fuerte dolor. Se levanto la camiseta para autodiagnosticarse y vio como una enorme mancha negra se extendía por todo su torso, no era mortal pero tendria que gastar cuidado. No obstante, no se preocupo. Caminaba buscando tiempo para que sus pensamientos, ahora totalmente descolocados, pudiesen reestructurarse. Aun con el aspecto tan lastimero que pedía ayuda urgente nadie le socorría. Avanzaba hacia ninguna dirección con tanta ofuscación como lo haría un vampiro en nuestros días, nadie cree que existan los vampiros, nadie cree que exista ya este visionario. Ahora, era libre. No era nadie.
Sus pasos, dio la casualidad, que le llevaron al parlamento de la capital. Era un monumento de gran Majestuosidad. Tanta como el régimen político al que representaba y del cual la sociedad del Siglo XXI se sentía tan orgullosa. Dos capiteles escoltaban a la gran puerta principal y, a su vez, soportaban el peso de un gran letrero: “ Fundada bajo los principios del pueblo y la nación”. Este mensaje llamo la atención del protagonista que debido al fuerte esfuerzo que estaba realizando para encontrar una respuesta a su nueva situación, ya sea por casualidad, por alineación de los astros, o por alguna conexión neuronal rebelde, leyó: Fúndala bajo los principios del pueblo y la nación. Para colmo, el ateo revolucionario, vio en estas palabras un origen divino y paso a desarrollar una fuerte Fe católica. Tantos años empapado en una cultura religiosa se vio, por fin, recompensada. VIVA LA IGLESIA.

Sus ojos, antes vacíos por la soledad en la que se encontraban, fueron rellenándose de una esperanza que le otorgo un fuerte brillo. Estos nuevos ojos, visualizaron el primer objetivo de esta divina misión. Pues, este joven, nunca había comulgado, ni mucho menos se había confesado. Para emprender el sacro objetivo de levantar una nación, un pueblo, debía de ser, ante todo, bendecido. De este modo, se dirigió la iglesia mas cercana y una vez en la taquilla pidió la oferta de comulgar+confesión que incluia además un regalo sorpresa. De este modo, ingreso en el interior de la iglesia. Le llamo la atención el olor y la temperatura. Mirando, en todas las direcciones posibles observaba las pocas imágenes que esta iglesia tenia. De repente, un ruido hizo aterrizar su conciencia.

- El 23 – dijo un jovenzuelo que por sus vestimentas juraría a determinar que era un monaguillo.
Miro su papel. Era el suyo. Lo levanto, enseñándoselo al chico, y miro con orgullo hacia las pocas personas que esperaban su turno. Avanzo hacia una esquina protegida por una cortina negra y la atravesó. Allí se encontraba el cura en una habitación rodeada de cruces y un pequeño póster que decía: DIOS MOLA. Asombrado por tal estética “molona” emprendió los rituales.

Primero tuvo que confesarse. Fue algo bastante duro para este joven católico a transformar. Le confeso al cura todos sus crímenes de pensamiento. Todos los pensamientos anarquistas que había tenido y como se había organizado para derrocar al gobierno. Incluso, le confeso, que utilizaba en invierno imágenes religiosas como carburante para la chimenea. El cura no parecía alarmarse, cosas peores habría escuchado. Finalmente, concluyo con sus actos promiscuos con mujeres de todas las edades. Tras un bostezo, el cura le absolvió de sus pecados. Después de la confesión vino la comunión. Que no vino acompañada de ningún sermón por lo que esta fue rápida. Nuestro joven, ingirió el cuerpo y la sangre de cristo y de este modo ingreso de una forma sólida en la estructura de la iglesia. Al terminar, el cura copio el cestillo de las propinas y lo meneo, simulando de este modo que tocaba una pandereta. No obstante, no hubo propina.

Al salir otra vez a la gran plaza donde se encontraba en medio el parlamento y la iglesia en uno de los bordes. Se dio cuenta del regalo sorpresa. Lo abrió. Era un crucifijo. Poco discreto por su gran tamaño y su cordón de oro. Pero aun así, ya era católico y orgulloso, por lo que se lo equipo.

Ahora que ya era católico, podía emprender su viaje hacia la fundación de esa ciudad o nación o lo que fuese (aun era un proyecto, nadie sabia en el monstruo que desembocaría). Lo siguiente que hizo fue encontrar una parcela.

Esta tarea fue relativamente fácil. Dado el pobre estado económico del católico no podía costearse una parcela de lujo ni bien situada. Por lo tanto, busco ofertas en el periódico. Una le llamo la atención. Ocupaba toda una página. Una gran foto de una calavera india (recuerden que nuestra aldea posee un cementerio indio) miraba fijamente a nuestro protagonista. El articulo narraba todos los acontecimientos siniestros que habían ocurrido en esa zona y como todos los intentos de asentar allí habían acabado con miembros cercenados. Para terminar el articulo decía:

“¿puede alguien pasar un fin de semana en este lugar? Si usted se ve capacitado, o mejor dicho si sus brazos están lo suficientemente bien fijados para ningún espiritu se los arranque, puede intentarlo. Si supera esas dos noches. Se le entregara la parcela de 2.500.000 metros cuadrados. “ ( si, si, es típico. ¿pero que de este relato no lo es?)

De este modo, nuestro querido alcalde. Se vio involucrado en la creación de la aldea. Que, no obstante, será contado mas adelante.

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